El Barrio de La Estación de Haro
El barrio de la Estación de Haro.
Esta nueva arquitectura también generó un nuevo urbanismo del vino.
Entraron en decadencia los antiguos barrios de bodegas subterráneas,
tradicionalmente ubicados en el casco urbano y en los bajos de las viviendas
riojanas, y se desarrollaron nuevos barrios de bodegas en torno al nuevo
medio de transporte de la época: el ferrocarril. El ejemplo más representativo
de la nueva arquitectura y el nuevo urbanismo es el barrio de la Estación, en
Haro, que concentró alrededor de la estación de ferrocarril las nuevas
bodegas de la época.
En 1877, Rafael López de Heredia inauguró su bodega (R. López de
Heredia-Viña Tondonia), gracias a los conocimientos adquiridos en su
relación con los negociantes franceses residentes en Haro. Por entonces, los
empresarios franceses culminaban sus inversiones y estaban regresando a su
país, y el capital vizcaíno jugó un papel muy importante en el relevo y el
impulso de estas nuevas bodegas. Se fundaron las bodegas CVNE (1879),
Gómez Cruzado (1886), La Rioja Alta (1890), Martínez Lacuesta (1895),
Charles Serres (1896) y otras, convirtiendo a Haro en la capital de los nuevos
vinos finos de Rioja.
Edad de oro y cambio de ciclo
El florecimiento de estas nuevas bodegas y arquitectura del vino también se
extendió por otras poblaciones, con la fundación de las bodegas Berberana
(Ollauri, 1877), El Romeral (Fuenmayor, 1881), Martínez Bujanda (Oyón,
1890), Bodegas Riojanas, Lagunilla y Montecillo (Cenicero, 1890), Bodegas
Franco-españolas (Logroño, 1890), Bodegas Palacio (Laguardia, 1894),
Paternina (Ollauri, 1896) y otras.
La edad de oro del vino riojano y el momento de máxima efervescencia de
esta arquitectura se vivió hacia el año 1880, pero el cambio de siglo trajo una
sucesión de calamidades, entre ellas las plagas de mildiu a partir de 1885.
También afectó negativamente el fraude de algunos vinos riojanos y sobre
todo la recuperación del viñedo francés afectado por la filoxera, que supuso la
revisión de la política francesa de aranceles y aduanas, complicando la
exportación de vinos riojanos, y que culminó con el cierre de las fronteras
francesas en 1892, cayendo la demanda y desplomando a la mitad los precios
de los vinos riojanos.
Además, entre 1900 y 1909, la plaga de la filoxera cogió
sorprendentemente desprevenidos a los viticultores riojanos, que en una sola
década perdieron las tres cuartas partes de sus viñedos, lo que supuso una
fuerte despoblación rural y la pobreza generalizada.
La posterior recuperación del viñedo riojano influyó en la fisionomía de
las bodegas que sobrevivieron y también en las nuevas bodegas nacidas en el
inicio de siglo. Los bodegueros aprovecharon los bajos precios de la tierra
para adquirir y replantar sus propios viñedos, garantizándose así el
autoabastecimiento de la uva. Así que las bodegas aún se aproximaron más al
aspecto de los châteaux franceses, al contar con sus propios viñedos
dispuestos alrededor de la bodega.
En esta época, un grupo de familias bilbaínas adquirió una empresa
francesa y creó Bodegas Bilbaínas (Haro, 1901), y se fundaron otras bodegas
como Ramón Bilbao (1924) o Muga (1932), ambas también en Haro.
LMV