EL CLIMA DEL VIÑEDO RIOJANO
El clima característico de la Comunidad de La Rioja, es un efecto directo de la orografía (relieve) que le confiere al Rioja un marco incomparable para el desarrollo de su cultivo y, en consecuencia, para la elaboración de vinos de gran calidad.
De igual forma que encontramos características bien diferenciadas en el relieve, a pesar de ser La Rioja una Comunidad de pequeña en extensión, la climatología va a variar de igual forma, no perdiendo de vista que relieve y clima están relacionados. El mayor contraste, como es de esperar, está entre la montaña y el valle, pero también hay diferencias entre subzonas vitícolas o comarcas, afectando directamente tanto a la elección de variedades como a la calidad de los vinos finales.
La localización del territorio riojano en el extremo occidental de la depresión del valle del Ebro y su contrastado relieve de montaña y llano hacen que exista en la Comunidad una interferencia de rasgos oceánicos y mediterráneos que condiciona de forma muy importante los elementos del clima, como precipitaciones, temperaturas, insolación, vientos, heladas, entre otros.
Los centros de acción principales son el frente polar, que descarga las masas de aire húmedas, y el anticiclón de las Azores. La cordillera Cantábrica frena frecuentemente el paso de masas de aire húmedo y las montañas del sur ejercen un papel de barrera en los rasgos continentales de la meseta. Así, podemos distinguir en La Rioja dos gradientes climáticos: uno, de norte a sur, es decir, de la montaña al valle, y otro, de oeste a este, o desde Rioja Alta a Rioja Baja.
La topografía juega también un papel importante en la dirección de los vientos en la Comunidad. Los vientos dominantes recorren el valle del Ebro adquiriendo dos componentes principales: uno oeste-noroeste, denominado cierzo, siendo éste el más representativo de la zona, y el este-sureste, denominado bochorno (viento seco y cálido).
El sector riojano del valle del Ebro presenta características de un clima mediterráneo con ciertos rasgos de continentalización que alcanza la máxima expresión en Rioja Baja. Se puede aproximar una distribución, por zonas climáticas, de la siguiente manera: una zona de influencia oceánica en los cursos altos de los valles del Iregua, Oja y Najerilla; una zona de transición, correspondiente a cursos medios de los valles del Iregua, Oja, Najerilla y Leza; y una zona mediterránea, que comprende la depresión del Ebro y parte de los valles del Cidacos y Alhama.
En líneas generales, la subzona más occidental, Rioja Alta, está más expuesta a condiciones atlánticas, como la entrada de masas húmedas, por lo que el clima será más lluvioso y la regulación de las temperaturas será mayor, con inviernos más fríos y veranos con calor moderado. Por el contrario, en la parte más oriental, Rioja Baja, la sequedad atmosférica se debe a su localización en el centro de la depresión y los contrastes en sus temperaturas son más acusados, dando lugar a inviernos menos fríos y veranos más cálidos y secos con amplitudes térmicas mayores, acercándose a condiciones semiáridas.
Haciendo una revisión de los distintos elementos del clima, a causa de la gran influencia que tienen éstos sobre la producción de viñedos sanos y en la elaboración de vinos de alta calidad, se puede llegar a entender las diferencias existentes entre las subzonas vitícolas.
Las precipitaciones disminuyen de Rioja Alta a Rioja Baja debido al descenso altitudinal, provocando el secado de las masas de aire húmedo que entran por el oeste durante su recorrido por el valle del Ebro. Por efecto de la altitud también disminuyen de la montaña al valle. La primavera es el periodo más lluvioso, matizando, en el caso de Rioja Alta, la importancia de las lluvias de invierno por efecto de la cercanía de masas oceánicas y, en el caso de Rioja Baja, las lluvias de otoño por la influencia mediterránea. Generalmente, el mes más seco del año es septiembre, que en ocasiones se puede prolongar, según zonas, hasta noviembre. La precipitación media anual en el valle del Ebro no supera los 500 mm y puede llegar a descender por debajo de los 350 mm en la parte más oriental de la Comunidad. Existe una mayor irregularidad en la distribución de las lluvias en Rioja Baja, ya que el efecto oceánico en este punto desaparece. Por la morfología del valle del Ebro, es característica de La Rioja la probabilidad de tormentas de gran intensidad en un espacio de tiempo muy corto. Dichas tormentas son en cierto modo perjudiciales para los cultivos, especialmente cuando la descarga es en forma de granizo. Son frecuentes las tormentas de verano acompañadas de pedrisco cuando ya han brotado los racimos, que provocan verdaderos desastres en la cosecha vitícola y afectan directamente a la calidad de los caldos.
Relacionada con las precipitaciones, hay que mencionar la nubosidad, existiendo, en líneas generales, un número mayor de días al año con nubes en Rioja Alta que en Rioja Baja, como es de esperar. Entre comarcas, en Rioja Baja prácticamente se igualan los días despejados con los de nubes, cosa que no ocurre en Rioja Alta.
Un fenómeno que se puede contemplar a lo largo del valle por efecto de la propia topografía de la región son las nieblas propiamente encajadas en la ribera del Ebro. En el lecho del río se evapora parte del agua de la superficie, el aire húmedo, al ascender, se enfría y se condensa, dando lugar a nubes bajas. Lo mismo ocurre en los valles de los rio afluentes del Ebro. En ocasiones, estas nieblas se presentan incluso en verano cuando las diferencias entre las temperaturas del día y la noel son muy acusadas (amplitud térmica).
Tanto las nieblas como las nubes pueden ser, en gran medida, un impedimento para que la superficie de las hojas reciba la cantidad de insolación suficiente y completar así el ciclo vegetativo del cultivo de vid. Esto es realmente importante en la fase de maduración de la uva. Gran parte del territorio recibe del 40 al 50% de la insolación posible, registrándose los valores más altos en el centro de la ribera del Ebro (Logroño) y decreciendo paulatinamente hacia los extremos, siendo menor el número de horas de sol al año en Rioja Alta que en Rioja Baja.
Por su gran importancia económica, hay que destacar el riesgo heladas (días donde la temperatura es inferior a 0 °C) y, particularmente las registradas en primavera, especialmente dañinas para el cultivo, puesto que en esta época la planta se activa después de la parada inverna empieza su desarrollo.
Otro de los elementos del clima que marca un correcto desarrollo de los viñedos riojanos es la temperatura, puesto que afecta directamente a todos los periodos de su ciclo vegetativo y es determinante en la calidad final del vino. En el valle del Ebro la media anual oscila entre los 12-13 °C, en comparación con los 6 °C de la zona de montaña. Si seguimos el eje del río principal de la Comunidad, de oeste a este, se observan diferencias. En Rioja Alta (Haro) la media anual es de unos 12 °C, Rioja Media (Logroño) 13 °C y en Rioja Baja (Alfaro) alrededor de los 14 °C las temperaturas mínimas se alcanzan en el mes de enero y las máximas en el mes de julio, trasladándose en ocasiones al mes de agosto. Entre comarcas es más fuerte el contraste en verano que en invierno, los veranos en Rioja Baja son más áridos.
Un efecto de la microtopografía del relieve es la existencia de mícroclimas que hacen que la vid se cultive en toda la superficie agrícola riojana. Determinados ambientes hacen que sea posible el cultivo de vid, por ejemplo, en zonas altas dentro del valle, como es el caso de laderas con exposición al sol (solanas), y no así en las de umbría.
Podemos decir que La Rioja es un enclave extraordinario para el desarrollo del cultivo de la vid en todas sus comarcas. En general, el cultivo no puede sobrevivir en ambientes húmedos, climas fríos ni cálidos, tiene gran adaptación a climas templados con lluvias moderadas de 400-600 mm y suaves temperaturas y una alta insolación, fundamentalmente en el período de maduración de la uva.
El complejo relieve, clima y suelo nos va a garantizar la obtención de vinos de alta calidad junto con el manejo del cultivo, las condiciones de elaboración y las viníferas seleccionadas.
Fuentes consultadas:
- Gil Olcina, Antonio; Gómez Mendoza, Josefina (Geografía de España)
- Lyna Arpón Sainz (El Rioja en su entorno)
Pedro Benito Sáez (enologo, sumiller y copropietario de Bodegas Urbina)